Cuídate del rencor y falta de perdón

CUIDATE, DEL RENCOR Y FALTA DE PERDÓN
Continuación de nuestra serie CUÍDATE

    Hemos descubierto que debemos cuidarnos de los falsos maestros, de las falsas doctrinas, de nosotros mismos, de la frialdad de quienes nos rodean; ahora vamos a vernos introspectivamente hacía nuestros sentimientos. Abrimos nuestras Sagradas Escrituras —o la encendemos, cada vez más se hace común esta forma de estudiar las Escrituras— en Lucas 17:3, palabras de nuestro Señor:

«Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.»

     Mirad por vosotros mismos o vigílense, o cuídense. Si nos damos cuenta el pasaje paralelo es San Mateo 18:15-22 y contexto de nuestra meditación anterior. Este bien podría ser llamado el discurso del perdón y la reconciliación. En el contexto vemos que el Señor presenta dos opciones, a saber,

• Lo que yo pueda hacer y que sirva de tropiezo a otros. En los versículos 1 y 2, vemos a todas aquellas acciones que sirvan de tropiezo a otros, la verdad no puedo desligarme de esa opción, sea con mi forma de vivir, de hablar, o, atendiendo el contexto, incluso mi falta de perdón. El apóstol Pablo se cuidaba de lo que comía e instaba a los demás creyentes a abstenerse de la comida sacrificada a los ídolos, según leemos: Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano (1  Corintios 8:11-13) y no solamente con la comida sino en todo decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano (Romanos 14:13), cómo se señaló anteriormente, incluso con mi falta de perdón puedo inducirle a mis hermanos a otros pecados. Entonces, versículos 1-2 a lo que yo pueda hacer en contra de un hermano; e, íntimamente relacionado,
• Mi actitud ante lo que otros puedan hacerme. Si, nuestra actitud ante los deseos de aquellos que quieran poner tropiezo a nosotros y está debe ser de perdón. Esa es la advertencia. O sea que no debemos de ser tropiezo para otros y, al mismo tiempo, debemos de ser misericordiosos con los demás que pretendan hacernos tropezar.

     Es obvia la aplicación de que si hemos decidido perdonar no nos han hecho tropezar, sino que seguimos en pie. Eso no quita la responsabilidad de las acciones de aquel que nos ha ofendido, si no se arrepiente el Señor va a tratar con ellos, es más, nuestro perdón puede llevarlos al arrepentimiento; y nuestro perdón no los libera de la justicia divina que vendrá. Ahora bien, si decidimos no perdonar, es obvio que hemos tropezado y la responsabilidad de aquel sigue ante el Señor, pero logró su cometido al hacernos tropezar y el Señor tratará con nosotros personalmente por habernos dejado tropezar.

     La idea del versículo 4 es que no se canse, es de lucha, de perseverancia, de no ser vencido por el mal sino de vencer el mal con el bien (Romanos 12:21); de hacerlos a ellos a nosotros —o, has ganado a tu hermano, dijo el Señor— y no que nosotros nos hagamos a ellos, cómo dijo el Señor en Jeremías 15:19: Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.

     Entiendo que es bien fácil hablarlo, escribirlo —en mi caso— o leerlo —en el suyo—, pero vivirlo, tomarlo como opción en la práctica si que cuesta. Le entiendo, sigo estando en este estado de salvado pero sin ser glorificado aún. No es fácil. Pero piense en esto, es una batalla entre la carne y el Espíritu. Le pregunto, ante una ofensa, ¿Qué le pide, le exige y le manda carne? Le aseguro que ni tan siquiera le sugiere hacer uso de la ley del Talión, del ojo por ojo, lo que le dice es si le sacaron un ojo, usted le saque los dos; que si le rompieron el corazón —expresión chapina para decir que le traicionaron— con una palabra o acción, la carne le exige que le rompa el corazón —literlamente— se lo arranque, lo pise, baile sobre él y escupa sobre la mancha de sangre que dejó en el suelo, pero que siga vivo para que sienta el dolor que se siente. De hecho, la ley del Talión no fomenta la venganza, cómo algunos la mal entienden, sino que la limita, porque así son las motivaciones del ser humano. Somos muy vengativos. Pero esto, la venganza y ni la ley del Talion, le dan la paz, le devuelven el gozo, menos la restitución de lo perdido. Sino que le aumentan la amargura.

     Pero como es una batalla y la carne, que quiere libertad para actuar en venganza, tiene su contrincante y este es el Espíritu. Responda, ante una ofensa ¿Qué le manda el Espíritu? Es fácil suponer que le manda lo que él desea producir en el creyente, lealo en Gálatas 5:22-23: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Este le sugiere el amor, gozo y paz; le da la opción de la paciencia, benignidad, bondad y fe; le pone por delante la mansedumbre y templanza; no cabe duda que el Espíritu le manda al perdón. De ahí en adelante usted decide a quien va a obedecer, de si a su carne, aumentando su amargura; o al Espíritu, quien le dará el gozo y la paz, entre otras cosas, y también la restitución, pero a Su manera y no a su manera. De manera que el perdón y la reconciliación es más para nuestro bien, es más para liberarnos a nosotros.

     Le decía que ni la ley del Talion, con todo y su función de limitar la sed de venganza, puede restituir ni devolver el gozo y a paz, por eso la ley del Espíritu es el amor y el perdón, vea esta actitud cristiana y el mandato de Dios: Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu (Gálatas 5:24-25). De manera que pida perdón, aunque el otro no esté dispuesto a proporcionarlo; y de el perdón, aunque el otro no esté dispuesto a pedirlo.

     ¿Caminamos caminante?
     Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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