Cuídate de no menospreciar a uno que pertenezca al reino

CUÍDATE, DE NO MENOSPRECIAR A UNO QUE PERTENEZCA AL REINO
Continuación de nuestra serie: CUÍDATE

     Al ir descubriendo algunas advertencias del Señor, bajo la palabra cuídate o mirad, que es mantenerse en vigilancia por algo o alguien,  damos un paso hacia adelante en nuestro listado. En esta ocasión abrimos nuestras Sagradas Escrituras en el Evangelio según Mateo, en 18:10, y leemos:

«Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos»

     El Señor Jesucristo dirige su advertencia a cualquiera que le estuviese escuchando y que menosopreciase a uno de estos pequeños. Si bien se dirigió a sus discípulos, pero es fácil suponer, cómo hasta en nuestras congregaciones, era una audiencia mixta, es decir, compuesta por discipulos y quiénes no lo eran. Unos no lo son y abiertamente lo manifiestan y otros que profesan serlo pero con sus hechos lo niegan y los que si son discípulos.

     La palabra menospreciar en el idioma original significa tanto desestimar, tener en poco o en menos, despreciar, despreciar haciéndolo de menos; como también, pensar en contra. El contexto nos atestigua a éste último, pues nos viene hablando, nuestro amante Salvador, sobre los tropiezos. Vea que quienes empezaron a hablar fueron los discípulos con una discusión sobre quien de ellos sería el mayor en el Reino, para los judios está sería la era dorada, un Reino mejor que el de Salomon, de hecho, el reinado de Salomon es el prototipo de este, entonces empezaron a codiciar los mejores puestos en este reino y el Señor les va a dar una enseñanza muy gráfica, muy vívida, muy objetiva, toma a un niño y les espeta y su tema será la humildad y la conversión según leemos en el versículo 3: y dijo: «Os aseguro, que si no os cambiáis y os volvéis como niños, jamás entraréis en el reino de los cielos. No cabe duda que sí, el Señor Jesús vino a hacer una verdadera revolución, no una revuelta sino revolución, desde su estructura, un cambio desde adentro, del hombre. Lo primero que debían de preocuparse sus discipulos es si estaban en el Reino y/o si el Reino estaba en ellos —el Reino es una persona, según leemos de Juan el Bautizador en Mateo 3:2-3: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Este es Aquel de quién habló el profeta…—; y esto se logra con humillación, reconociendo al Señor Jesús cómo Salvador y confesándole como Señor. La humildad asegura que Dios, el Dios Omnipotente y Santo, haga morada en esa persona, como está escrito: Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados (Isaías 57:15). De manera que lo primero es lo primero: estar en el Reino y/o tener al Reino y esto se logra con humildad, conversión y arrepentimiento.

     A continuación el Señor da unas garantías a sus súbditos, los pertenecientes al Reino, dice: Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe (Mateo 18:5). El recibir tiene la idea de atención, ser bienhechor, de tener bienquerencia a uno que se hizo niño espiritual —volvió a nacer, le dijo a Nicodemo—. Todo lo que le hagan al discípulo es como que se lo hiciesen al Maestro. No significa que un benefactor a un discípulo que no es salvo, por ser benefactor al discípulo lo sera; el Señor sabe bendecir a estas personas, pero sabemos que la salvación es por la fe y no por obras, pero también sabemos que la verdadera fe produce obras. No cabe duda que al bendecir a un pequeño, bendice al Señor y el Señor le bendecirá a éste bienhechor, puede referirse al trato mutuo que deben de tener los miembros de este Reino. De los impios no podrían esperar sino persecusión y aborrecimiento, como de hecho sucedió, aunque si hay impios que bendicen a los creyentes proveyéndoles algo material y el Señor los bendice de manera material.

   Y también da una advertencia, leemos: *»El que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor sería que le colgaran al cuello una piedra de molino, y lo hundieran en lo profundo del mar»*. La idea de una piedra de molino arrojada al mar, es de ímpetu y de precipitación, de aceleración, que algo suceda rápido y con fuerza. Mejor le fuera que se le acelere su muerte, así no acumula más pecados, y más condenación, porque con esto que hace colma la medida de sus pecados y los supera, incluso, hasta un acto de misericordia sería si Dios lo corta antes, no tendría mayor condenación.

     ¿Cuál es ese pecado? Que seduzca a un pequeño hacía el pecado y que quite la inocencia a ese discípulo. Es cosa seria pecar contra uno mismo precipitándose a la muerte, pero es más pecar contra un discípulo, *»¡Ay del mundo por los tropiezos! Es forzoso que vengan escándalos, pero, ¡ay del hombre que los ocasione!*. Esta es una advertencia a los de afuera y a los condiscípulos, pues preferible mutilarse y demostrar un verdadero carácter cristiano antes de hacer caer a aquel por quien Cristo murió (Romanos 14:15). Lo que resalta el Señor es el sentido de abnegación y sacrificio que debe imperar en el salvado, de tal manera que prefiera prescindir de uno de sus miembros —todos son importantes para la función con que fueron creados— antes de que haga pecar con ese miembro del cuerpo a otro y destruir y estropear la obra de Dios; en cambio, uno que prefiere conservar sus miembros aquí y con ellos destruir la obra de Dios en un discípulo, es merecedor del castigo y no cabe duda que este no es discípulo. Mucho menos está reconociendo el Señor que en el cielo habran mutilados, desde ningún punto de vista podría ser esa la interpretacion, ya señalamos que lo que resalta el Señor es el carácter abnegado, de amor y de sacrificó del discipulo por sus compañeros, es algo motivacional en el discípulo y no lo literal, además que el día de la resurrección el Señor dará su cuerpo glorificado a cada creyente, y todo este será completo, además que allá no habrá nada imperfecto, según Isaías 35:4-6. Si la interpretación fuese literal, habitamos muchos mutilados, solo con saber del aborrecimiento y el irrespeto con que muchas veces nos tratamos.

     ¿Quienes son estos pequeños? La interpretacion y aplicacación primaria es a los que creen en mi (v.6), la lección era a los diacípulos, a los pertenecientes del Reino; pero podemos aplicarlo también a los niños, no nos olvidemos que un niño fue el ejemplo del Señor; el Señor intercambia los términos *este niño* al referirse al niño que tenía en medio como ejemplo a los niños espirituales, que se hicieron niños y a quienes les estaba hablando. Estos gozan de una protección de parte del Señor a lo largo de las Escrituras, en Ezequiel 16:20-21 el Señor reclama a los niños como mis hijos; sin dejar fuera la afirmación del Señor que de los tales es el reino de los cielos (Mateo 19:14); ellos están en una etapa de la inocencia y el Señor es muy misericordioso con ellos, si llegasen a partir de este mundo por la muerte. 

     El contexto posterior de nuestro texto nos hace pensar en la alta valía que tiene aquel que se perdió, ese discípulo, y lo hace bajo el símil de una oveja que se perdió, de tal manera que el Buen Pastor fue a buscarla y dió su vida por ella (v 11; Juan 10:11); y que no está dispuesto a perder ninguna (Juan 10:28); de tal manera que todo beneficio hecho a sus ovejas los toma como a él mismo y todo ataque hecho a sus ovejas es como hecho a él mismo (Cp. Colosenses 3:23-25); cuánto más estará dispuesto a bendecir o a castigar lo hecho a uno de estos que creen en mi, cómo dijo el Señor.

     ¿Ya bendijo a un discípulo el día de hoy? ¿Ya recibió al Señor Jesucristo? Entiendo que para la salvación ya lo hizo, me refiero al recibir a uno que cree en él. No importa que sea pequeño a sus ojos o un siervo activo —al que llamamos ‘grande’ en nuestra humana debilidad—, pero hágalo como para el señor.

     ¿Caminamos caminante?
    Suyo en Cuanto Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón. 

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