Historia de los himnos – Dulce comunión

DULCE COMUNIÓN.

Anthony Showalter nació en Cherry Grove, Virginia el primero de mayo de 1858. Su padre era profesor de canto, por lo que su primer formación musical la recibió de en las escuelas de canto dirigidas por él. Su pasión por la música lo llevó a enseñar canto en distintas escuelas y publicar varios libros sobre canto, teoría musical e himnarios. Fundó una compañía editorial conocida como “The A. J. Showalter Company”.

Probablemente el himno más conocido de Showalter es “Leaning on the everlasting arms”, (Apoyándose en los Brazos Eternos), conocido más adelante como “Dulce Comunión”. Hostetler escribió en el Handobook to the Mennonite Hymnary el relato de Showalter sobre cómo nació este himno.

“Mientras dirigía una escuela de canto en Hartsells, Alabama, recibí una carta de dos ex estudiantes en Carolina del Sur, con la triste providencia de que, en el mismo día, cada uno de ellos enterró a su esposa. Intenté consolarlos escribiéndoles una carta que les fuera de ayuda en su hora de tristeza. Entre varios pasajes de la escritura, cité el siguiente “…Y acá abajo los brazos Eternos…” Deuteronomio 33:27

Antes de completar la frase, vino a mí el pensamiento de que ciertamente podemos recostarnos sobre estos brazos eternos y hallar descanso y fuerza, y esta idea debía ser plasmada en una canción; antes de terminar de redactar aquella carta, ya había escrito la letra y música del coro de este himno. Le envié el manuscrito a Elisha Hoffman… en unos días recibí su versión completa del poema.”

En 1887 Showalter publicó el himno por primera vez.
Elisha Hoffman, quien escribió las estrofas de este himno, era hijo de inmigrantes alemanes. Aunque no recibió formación musical formal, compuso y escribió más de dos mil himnos.
“Dulce Comunión”, fue traducido al español por Pedro Grado.

DULCE COMUNIÓN

Dulce comunión la que gozo ya
En los brazos de mi Salvador,
!Qué gran bendición en su paz me da!
¡Oh!, yo siento en mí su tierno amor!

CORO
Libre, salvo, del pecado y del temor
Libre, salvo, en los brazos de mi Salvador

¡Cuán dulce es vivir, cuán dulce es gozar
En los brazos de mi Salvador!
Allí quiero ir y con Él morar
Siendo objeto de su tierno amor.

No hay que temer, ni que desconfiar
En los brazos de mi Salvador;
Por su gran poder Él me guardará
De los lazos del engañador.

Saludos Cordiales,
Hno. Oscar Ochoa.

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