EL TEMOR MAL SANO

EL TEMOR MAL SANO
Continuación de nuestra serie: PAZ EN LA TORMENTA.

Busquemos en nuestras Escrituras en el evangelio según San Mateo 8:26, en dónde recibiremos la Palabra de Dios, leemos en el Nombre del Señor Jesús:

«Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza».

El Señor fue bien atinado en su reprimenda, vio el problema de los discípulos, pero su verdadero problema no era ni el sismo y ni el viento que se levantó posteriormente, aunque no quiero demeritar esas situaciones difíciles que nos hacen llorar, nos hacen preocupe pero, preocupaba a su Señor, su falta de fe, de esa confianza que se manifiesta en una entrega, dependencia y confianza en la buena voluntad, los planes y el poder de su Señor para guardarlos y sacarlos adelante, de tal manera que, ante las tormentas, se viesen firmes, pacientes y perseverantes.

Como hombres de poca fe, son tratados. Al menos no es hombres con nada de fe, porque sí eran hombres salvados, no eran inconversos, o sea que el ser sometido a pruebas no es falta de salvación, pero sí es necesario añadir a la fe otras cosas más a fin de estar firmes, como está escrito: vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 1:5-8).

Aunque los discípulos ya habían empezado a ver algunos portentos del Señor, como evidencias del poder divino, pero parecería que hasta este momento el Señor Jesús no había manifestado su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza y, posiblemente, no se les había ocurrido que pudiera hacerlo. Estoy tratando de disculparlos, pero muchos de ellos habían sido discípulos de Juan, el bautizador y habían seguido a Jesús (Juan 1:40), y habían aprendido sobre el Cristo o el Mesías y lo habían reconocido como tal y no solo era su convicción sino que lo presentaban así a otros (v.41).

Cualquiera pensaría hoy en día, eso solía pensar en mi mocedad, cuando leía este pasaje, que simplemente me acurruco a la par de él, me pongo a sus pies, porque si el mar hubiese querido hundirme, me tendría que hundir junto con el Mesías, el Hijo de Dios, su Creador y mío. Pero tampoco soy el primero en tirar la primera piedra contra los discípulos porque ¿Cuántas veces nos sentimos atemorizados? ¿Cuántas veces nos hemos quejado? ¿Cuántas veces, cosas, que no sea la sed de Dios, nos han quitado el sueño o nos ha despertado?

Este que hemos denominado el temor mal sano difiere del que es correcto, el sano, el que se nos manda en la biblia a tener, es el que se le tiene a nuestra autoridad delegada —los que están en eminencia, los padres, ancianos de la asamblea, etcétera—, y a nuestro Dios, la autoridad absoluta. Pero el temor mal sano es el que se le tiene a las circunstancias, a los hombres, al pasado, al presente o al futuro, a satanás o sus demonios.

Algunas veces es una amenaza real, como en esta ocasión, pero igualmente ahí está el Señor, que quiere trabajar en sus vidas, que tiene buenos planes y que tiene el poder para sostenerlos o sacarlos adelante. Otras causas son irreales, a veces padecemos por gusto. Se cuenta de una persona que temía deberle al Estado y por eso pagaba sus impuestos fielmente, el asunto es que en una ocasión le llegó un sobre de la oficina de impuestos de su país, y ahí tuvo el sobre, sin abrirlo durante un mes, pero sin embargo, sin poder dormir y sin tener paz, cuando por fin se decidió a abrirlo, la nota iba acompañada por un cheque en dónde Hacienda le devolvía a él un dinero, era el excedente de sus impuestos, o sea, el Estado le debía a él. ¡Sufrió por gusto! A veces tememos al pasado, o sea, ya pasó; o al futuro, a lo que vendrá, o sea, no ha sucedido. Si son pecados ya perdonados, descanse en el perdón del Señor, si estos no han sido confesados, hágalo confiando en que él es amplio en perdonar.

Siempre he dicho: Si lo que le agobia tiene solución, entonces ¿Por qué se agobia? haga lo que tenga que hacer; y si lo que le agobia no tiene solución, entonces ¿Por qué se agobia? déjeselo en manos del Señor y él hará lo mejor en usted, lo aseguro, le dará el temple necesario para que afronte la situación. Acurrúquese espiritualmente a dónde está su Señor, que si la tormenta, llámese como se llame, sea enfermedad, pobreza, problemas con el hijo o hija adolescente o lo que sea, lo quiere hundir, tendrá que hacerlo con el Señor también y eso simplemente es imposible ¿O cree que un cáncer puede hundir al Salvador?

Pero, entienda, el temor es pecado, porque es lo contrario a la fe, lo contrario a la confianza que debemos de tenerle a Dios; es atribuirle al Señor que no puede hacer ciertas cosas, es tan pecado como creer de verdad que si un cáncer va a hundir al Señor, y si es así, debe pedirle perdón a Aquel que todo lo puede.

El Señor mismo lo expresó en su reprimenda ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?*; o sea que hay temor porque hay poca fe o poca confianza. Al ser así, lo primero que debemos hacer para salir de ese temor, que sabemos que tenemos que salir de ahí porque no es nada agradable, entonces es confesarlo delante del Señor y luego pedir ayuda a esa poca confianza, diciéndole *Creo; ayuda mi incredulidad (Marcos 9:24), y luego el Señor lo va a guiar y a fortalecer en lo demás que debe hacer.

El temor mal sano corroe la confianza en la bondad de Dios, en el plan de Dios y en el poder de Dios, le dijeron: ¿No tienes cuidado que perecemos? cómo quien dice, ¿No te importa lo que estamos pasando? Pero el amor de Dios sabe de esa debilidad, sabe que necesitamos de su poder y fortaleza, en el Salmo 103:13-14 leemos: Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo, además, el Señor Jesucristo es nuestro Sumo Sacerdote y de su sumo sacerdocio se nos dice: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:15-16).

A los pies de Jesucristo es el sitio aquí mejor, escuchando cuál María, las palabras de su amor.

He ahí, el sitio aquí mejor, a sus pies.

¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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