CUÍDATE, DE NO CAER

CUÍDATE, DE NO CAER
Continuación de nuestra serie: CUÍDATE

     Está vez abrimos —o encendemos— nuestras Sagradas Escrituras, está vez en 1 Corintios 10:12, en dónde recibimos nuestra siguiente advertencia, leemos:

«Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga»

     O, «por eso, que nadie se sienta seguro de que no va a pecar, pues puede ser el primero en hacerlo» (Versión Traducción Lenguaje Actual). En una definición propia de historia diría que historia es el estudio de los hechos del pasado, para comprender el presente y para proyectarnos al futuro. Alguien afirmó que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. En este capítulo diez, el apóstol Pablo nos viene presentando algunos sucesos en la peregrinación de Israel y su infidelidad al Señor, a tal punto que, muchos de ellos, dejaron de ser peregrinos y pasaron a ser vagos espirituales (Hebreos 3:10) como, de hecho, anduvieron muchos sacerdotes y profetas, y no cabe duda que muchos del pueblo también en toda la historia de Israel, cómo testifica Jeremías en contra de ellos (Jeremías 14:18). No obstante haber pasado la misma experiencia de Moisés, beber y comer de lo mismo, Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto (1 Corintios 10:5); o sea que el Señor disciplinó al pueblo dejándolos postrados en el desierto. Muchos fueron infieles con la idolatría (v.7), otros con fornicación (v.8), otros con tentación (v.9), otros con murmuración (v.10). Dos veces auténtica Pablo la historia para aplicarla a la iglesia (1 Corintios 10:6,11), primeramente de Corinto y a nosotros también. Ese es el contexto inmediato anterior de nuestro pasaje. Pero, el mismo viene desde el capítulo 8, en dónde Pablo habla de algunos, habituados hasta aquí a los ídolos (8:7), unos que tenían libertad pero usaban esa libertad de manera mal sana que hacían pecar a sus hermanos comiendo de todo y otros que aún tenían prejuicio con la comida.

     Así que, Pablo comienza a aplicar, a sacar sus conclusiones, no cabe duda que la lección es del peligro de la autoconfianza. Los corintios y tambien nosotros, debemos aprender a no depender de nuestra propia fuerza, ni mental ni física. La Iglesia de Corinto, ellos fueron enriquecidos con todo don espiritual de tal manera que nada os falta en ningún don —les dice Pablo— y solamente están esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo (1:4-8); pero habían divisiones, mal concepto del ministerio, inmoralidad sexual, problemas matrimoniales,  algunos, no todos, algunos habituados a los ídolos, mal concepto de los dones, mala definición del amor, desorden en el culto público, malas concepciones en cuanto a la resurrección, tanto la resurrección de Cristo como la futura nuestra, etcetera. Repito, algunos, no todos, pero eran algunos. Se espera que al ser enriquecidos en todo don espiritual, de tal manera que nada nos falte espiritualmente, debemos estar todos firmes también. De manera que ni debían confiar tampoco en el don, ni en la fuerza doctrinal, ni en nada que pueda llevarlos a una autoconfianza. Dude, dude de aquel ministro y aquel mensaje que lo acomode al pecado, al mundo y su carne.

     El que piensa estar firme, es decir, el que cree que está firme, procure mantenerse en esa firmeza, y esto siempre, no sea que también caiga en semejante estado y se haga merecedor de la disciplina del Señor. Esta es una observancia que nos atañe a nosotros hacer. Es una observancia que requiere disciplina de parte de nosotros. Y también es una observancia que debemos de tener siempre.

     El ser salvado no significa que ya no tengamos la influencia del pecado en nuestra vida. Si bien es cierto, el pecado ya no debe hacer gobierno en nosotros (Romanos 6:12), de hecho, esta es nuestra tarea, el pecado ha sido vencido por Cristo, pero ha tomado una especie de guerra de guerrillas en nosotros. El pecado ha encontrado un reposorio del mal en el ser del creyente, esto es, a saber, nuestro cuerpo y que incluyen  también las emociones y la voluntad. Ahí radica el concepto de la carne como la inclinación maldita hacía el pecado. De manera que el pecado sigue atosigando al creyente (Romanos 7:24). Esta lucha terminará solo hasta el día de la glorificación (Romanos 7:25).  Así que esta lucha la tendremos siempre que dure nuestro peregrinar, de tal manera que debemos hacer morir lo terrenal que hay en nosotros todos los días (Colosenses 3:5), el procurar de manera cotidiana la mortificación de las obras  de la carne y esto con la asistencia del Espíritu Santo (Romanos 9:13); pero note nuestra participación al ser un imperativo para nosotros.

     Caro creyente en Cristo, usted y yo estamos en una batalla campal, una batalla a muerte,  pero no estamos solos, el Espíritu Santo nos acompaña hasta la redención futura (Efesios 1:13) y el Señor Jesucristo quien dijo: y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:20).

     ¿Caminamos caminante?
     Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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