COMO ÉL ES… PERO SIENDO ASISTIDOS

COMO ÉL ES… PERO SIENDO ASISTIDOS

Continuación de nuestras tres entregas anteriores: LIBRES DE TEMOR.

Nuestro devocional de hoy continuará su base en nuestro texto de I Juan 4:17, en donde leemos:

«En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.«

La mejor forma de imitar a Dios es amando lo que Él ama y aborreciendo lo que Él aborrece. Se dice que el arrepentido ahora ama lo que antes aborrecía y ahora aborrece lo que antes amaba, esto es, a saber, a Dios y a su pecado.

Pero, claro caminante,  le recuerdo el reto, ese reto sigue, no es fácil, «como Dios es, así somos nosotros en el mundo». Es lo mismo del mandato del Señor contenido I Pedro 1:16: Sed santos, porque yo soy santo. Es una meta y estándar muy elevado para los hombres, vea lo alto del llamado como el es. Esto para un hombre común es como decirle a aquel gusanito que se encuentra en el jardín: «ahí no tienes ninguna comodidad y corres mucho peligro, pero allá en el segundo nivel hay una habitación, una deliciosa cama, colchas, en donde no sufrirás más las penurias, solamente tienes que subir todas las gradas hacia allá y disfrutar de toda esa comodidad», es irreal mi ejemplo, lo acepto, pero transmite la idea de la imposibilidad del hombre común, natural, el hijo de Adán, llegar a Dios. Leemos que él habita en luz inaccesible (I Timoteo 6:16). Siguiendo con aquel mi ejemplo, a no ser que me baje de mi cómoda habitación y llegue al lugar lúgubre del gusanito, lo tome en mis manos y lo suba yo mismo, ese gusanito nunca podrá subir a disfrutar de la comodidad de mi habitación. Eso mismo hizo Dios.
El hombre no podría subir a Dios a no ser que Dios baje al hombre y eso es lo que sucedió cuando Dios fue manifestado en carne (I Timoteo 3:16). Leemos: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer (Juan 1:18) y: Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo (Juan 3:13). Al confesarle cono Señor, al recibirle y creer en su nombre (Juan 1:11-13), nos hace hijos de Dios, nos ha bautizado en un Cuerpo (I Corintios 12:12-13), fuimos sellados con su Espíritu Santo (Efesios 1:13-14) quien nos acompañará hasta el día de la redención de la posesión adquirida, que entre otras cosas de bendición que tenemos en Cristo y, además, nos promete que ascendemos a Él por la gracia de Aquel que descendió a nosotros, como está escrito: Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor (I Tesalonicenses 4:16-17).

El reto es grande, admitámoslo, y no es para menos, pero no estamos solos, leemos que nos dio su Santo Espíritu y este nos ayuda guiándonos a toda verdad (Juan 16:13), redarguyéndonos y convenciéndonos de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8) y nos va transformando cada día a la imagen del Señor Jesús (II Corintios 3:18).

Así es que no se detenga caminante, crezca en el conocimiento de Aquel que nos amó y se entrego a sí mismo por nosotros, solamente es necesario que nos dejemos moldear por el Agente divino que nos asistió en la conversión y nos acompañará hasta el día de la glorificación y la mejor actitud sabia es no contristarlo (Efesios 4: 30).

Entonces qué, ¿caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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