Y SE HIZO GRANDE BONANZA

Y SE HIZO GRANDE BONANZA
Continuación de nuestra serie: PAZ EN LA TORMENTA

Le invito a que abramos nuestras Escrituras, esta vez en Mateo 8:26 en donde leemos la Palabra de Dios para nosotros:

«Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza».

Qué temple del Maestro. Que disciplina del Señor para el temeroso, y qué amor del Señor para quien esté atravesando la terrible tormenta y los grandes vientos. El Señor reprochó a los discípulos su poca fe —no ninguna, sino su poca fe— pero al mismo tiempo reprendió a los vientos y al mar. Vea también que así como es de grande su tormenta así de grande es la manifestación de su poder y su bendición también.

No dude ni de su vara y ni de su cayado, porque eso le infundirá aliento (Salmo 23:4). No cabe duda que, tanto la vara como el cayado se refieren a la misma vara del pastor, el énfasis en esta prenda está en la presencia del Pastor ante su ovejita, con esa vara disciplina, y con ese cayado hace acercar a sí mismo a su oveja demostrándonos que está dispuesto a socorrernos en cualquier momento y en cualquier situación, sea tan grave como sea, incluso, importunándole el sueño (como en la humanidad del Señor Jesús ahí en el mar, porque no se duerme ni quien guarda a Israel y mucho menos con su iglesia—. No dude ni de su disciplina, ni de su dirección y ni de su socorro.

Bendito Señor y Dios, Cristo Jesús, Pastor y Profeta, Guía y Sostén, cuando se levanta cuál león rugiente para defender a los suyos, el mar, los vientos, demonios y satanás, circunstancias y lo que quiera levantarse, las puertas del Hades o falsos maestros, tendrán que callar y enmudecer.

Después de la tormenta viene la calma, viene la paz, dice el himno, porque el Señor proporciona descanso, refrigerio, alimento, renovación, compañerismo, dirección, liberación del temor, consuelo, seguridad, victoria sobre los enemigos. Reprochó, y bendito sea porque reprocha nuestra falta o poca fe; disciplinó, y bendito sea porque al que es hijo disciplina; pero, cuando él se levanta, la tormenta que amenaza con volcar la barca, el viento que escupe olas, las aguas encrespadas, se vuelve un manso mar, sí, paz cuál un río. Entonces ese como león rugiente, el diablo, tiene que huir como un humilde gatito. El cristiano se humilló, el cristiano resistió y el diablo huyó (Santiago 4:7).

Es aquí cuando tenemos que reconocer que siempre ha estado ahí, y entender que, o debimos importunarle de su sueño mucho antes porque siempre está dispuesto —nunca, nunca importunaremos a nuestro amoroso Señor, sino que tomo la idea de la parábola que el Señor mismo contó en Lucas 11:5-10— o resistir con paciencia los embates de la tormenta, o ambas, clamarle y resistir.

Le invito a orar:

Mi Padre celestial, mi bendito Pastor, mi amoroso Señor y Dios. Se que por Jesucristo, mi Señor, soy tu hijo, pero este nuevo hombre habita en un cuerpo de debilidad, soy polvo y muy frágil, confieso mi imprudencia pues muchas veces he tratado de tomar el control cuando debo depender de ti y abandonarme a tus poderosas manos; y confieso mi negligencia, las muchas veces que he dejado de hacer lo que debo de hacer, perdóname las tantas veces que he dudado de tu amor y poder. Creo, mi Señor, ayuda mi incredulidad. No quiero hacer grandes cosas para ti, tan solo quiero serte agradable. Toma mi vida toda, mis planes y anhelos. Haz conmigo como bien te parezca, pues tu eres Dios. En el Nombre del Señor Jesús, amén y amén.

No quiero hacer de manera religiosa o por costumbre la siguiente pregunta, pero,

¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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