Y LA CULPA ERA MÍA, PORQUE EN LA ORACIÓN YO ME DORMÍA.

Y LA CULPA ERA MÍA, PORQUE EN LA ORACIÓN YO ME DORMÍA.
Continuación de nuestra serie: LÍMITES EN EL NOVIAZGO.

Jejeje, hasta escribí mi título de hoy al ritmo de esa cancioncita pegajosa de las feministas, ellas lo hacen para quitarse la culpa de una violación y tendrán razón, yo lo hago a manera de parodia para asumir nuestra responsabilidad ante la caída en el pecado. No es en tono burlesco pero sí con tono ilustrativo, porque ya aprendimos, en nuestras entregas anteriores, que la responsabilidad es toda nuestra al caer en un pecado, ¿si, verdad?

Bien. Al Señor Jesucristo es necesario que lo mencionemos en nuestras meditaciones también, el mandó a sus discípulos y nos manda a nosotros:

«Velad y Orad, que para que no entreis en tentacion; el espíritu a la verdad está dispuesto pero la carne es débil»
(Mateo 26:41).

Si bien es cierto las pruebas y la tentación tienen parecimientos, inclusive, a veces la palabra original es la misma pero el contexto determina si es una prueba o es una tentación. La prueba, entre otras cosas, es para sacar a relucir la fe, la tentación es una invitación al pecado; la prueba sirve para embellecer la fe, la tentación para deshonrarla; la prueba trae alabanza, honra y gloria, la tentación trae muerte y confusión. También vemos que la prueba viene y es necesario que venga y nos pasan por ella; en cambio en la tentación, nosotros somos los necios que nos metemos a ella, y nos viene en la medida en que nosotros alimentamos la concupiscencia.

Según Santiago cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido; es decir, alimenta la concupiscencia y le vendrá la tentación. Y, según el Señor Jesucristo, entramos a la tentación al descuidar el velar y el orar y también al no controlar o ignorar como funciona nuestra carne.

Velar. Es tener bien abiertos los ojos, saber qué terreno estamos pisando, es conocer nuestro entorno.
Orar. Lo hemos definido como hablar con Dios, sería manifestarle nuestro deseo de agradarle, nuestra debilidad en la carne, nuestro temores y pedir su asistencia en la lucha contra el pecado; y,
El espíritu a la verdad está está dispuesto, pero la carne es débil. Lo que significa es que hay una parte en nosotros que es susceptible a la verdad, que el área inmaterial del hombre, el área del espíritu, tiene una inclinación nata al mensaje de verdad, pero que la carne es débil a esa verdad, es débil a esa inclinación, que tiene inclinación natural pero al error, a lo pecaminoso, a lo anomioso. La carne – dice Pablo- no se sujeta a la ley de Dios y ni tampoco puede.

Conviene preguntarnos y respondernos sinceramente ¿qué hemos estado alimentando, al espíritu con sus ansias natas hacia la verdad o la carne con su resistencia nata a la verdad? Es que hay algo que es imposible, y perdón por mi ejemplo, pero no puede y no pretenda eructar pollo si ha consumido como alimento mariscos o legumbres si comió rábano, eso es imposible tanto física como espiritualmente. O se está enfocando en el espíritu con velar y orar o está permitiendo la concupiscencia al dejar de velar y orar y descuidar al espíritu, pero si ha descuidado el velar y la oración y vigilar su carne, su resultado será entrar en tentación y todo el proceso que conlleva con el peligro de consumar su pecado.

Es fácil entender entonces quién es el culpable al entrar y al caer en tentación (que no es lo mismo). No es ni el Espíritu Santo ni es el diablo ni nadie más. Solo yo, en mi caso; solo usted, en su caso.

¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.