UNA MANO SECA

UNA MANO SECA
Presentación de nuestra serie: SANANDO NUESTRAS MANOS

     Le invito a que abramos nuestras Sagradas Escrituras, está vez en el Evangelio según San Mateo, 12:13, para recibir la Palabra de Dios para nosotros:

«Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.»

     En esta ocasión vemos un milagro más del Señor. en el versículo 10 leemos del problema de este pobre hombre: «Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano». Varias versiones traducen como «una mano seca», la versión Dios Habla Hoy como «una mano tullida»; Nueva Biblia Viviente como «una mano paralizada»; Nueva Traducción Viviente como «una mano deforme»; Biblia La Palabra como «una mano atrofiada». La palabra griega para seca nos indica aquello que es árido, encogido, paralítico. Mateo y Marcos nos informan que era una mano la seca (Marcos 3:1) y Lucas nos dice que era la mano derecha (Lucas 6:6). Ninguno de los evangelios sinópticos nos informa hasta dónde llegaba la parálisis de esa mano, si solamente lo que comprende las manos hasta la muñeca de la mano o también el antebrazo, pues la palabra griega para mano lo incluye, pero es muy probable que sea el antebrazo y la mano. Tampoco se nos dice si fue producto de algún accidente o alguna enfermedad o algo de nacimiento, un mal congénito, le llaman los galenos. Ni aún Lucas con el ojo profesional de médico nos da esas informaciones. Tampoco se nos dice sobre qué es lo que estaba haciendo el hombre ahí, si era un adorador o, lo más probable, mendigando, buscando algun bien de las personas que entrasen a la sinagoga a expresar su religiosidad. Es que, ¿Cómo le haría este pobre hombre para trabajar? Qué difícil es hacer sus quehaceres solamente con una mano. Una situación que llama la misericordia de los demás, una situación horrible de experimentar.

     Pero más horrible es la situacion de los escribas y fariseos, según leemos que «y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?» (v.10). La versión de Mateo pareciera que fue el público quien le hizo la pregunta, pero Lucas nos dice: «Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle» (Lucas 6:7) y Marcos y Lucas no dicen que le acechaban con el fin de poder acusarle.

     ¿Los escribas y fariseos habrían intentado ayudar a este pobre hombre? No fue por gusto que el Señor contó la parábola del buen samaritano (Lucas 10:33-37), en donde los personajes antagónicos eran los ladrones, pero a la par de ellos, el sacerdote y el levita, representando a la crema y nata de la aristocracia religiosa judía, que no movían ni un dedo para ser movidos a misericordia. Probablemente hasta ese momento lo habían tratado con indiferencia, se habían comportado fríos con la necesidad de este hombre. Pero ahora, de repente, si les llama si atención, si les es muy útil, ahora sí vino a ser de gran valor, pero como un medio para atrapar al Señor Jesús, para buscar cómo destruirle, pues al salir de la sinagoga, leemos: «Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle» (Mateo 12:14) asociándose con los herodianos (Marcos 3:6), llenos, muy llenos de furor contra el Señor (Lucas 6:11).

     Pero está resolución no surgió después de la curación de este hombre con la mano seca, desde el principio ya tenían la resolución hecha de destruirle, este bien hecho a este hombre, solamente fue la excusa.

     Es que el Señor era y es muy predecible. Sabían que el Salvador siempre estaba dispuesto a dar alivio al sufrimiento de los hombres que humillados se acercaban a él; pero también es cierto que si alguien con soberbia de acercaba a él, recibiría reprensión del Señor.

     Entonces estos escribas, fariseos y herodiabos, estaba seguros de la bondad del Señor y que fácilmente caería en este asunto. Si sanaba en el día de reposo, era fácil atraparlo en un delito punible, según creían, por sus tradiciones. No es de extrañar el término que usaron «¿Es lícito sanar en el día de reposo?». 

     Nadie más estaba ahí sino el dador de la ley, quien la reinterpretó y la valoró, quien la elevó al lugar de honor de dónde la habían despojado los mismos líderes religiosos, entre ellos, los escribas y fariseos, pues habían antepuesto a la misma ley, la tradición de los ancianos.

    Continuará, Dios mediante.

    ¿Caminamos caminante?
    Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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