LEVANTATE Y PONTE EN MEDIO

LEVANTATE Y PONTE EN MEDIO
Continuación en la presentación de nuestra serie: SANANDO NUESTRAS MANOS

      Le invito a que abramos nuestras Escrituras en el evangelio de Lucas 6:8, leemos en el Nombre del Señor Jesucristo:

«Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.»

     El evangelista Marcos también registra este mandamiento al hombre de la mano seca, sobre de que debía levantarse y ponerse en medio (Marcos 3:3). Al momento de levantarse, el hombre iba a estar a la vista de todos, el hombre iba a ser ejemplo a todos, este hombre habría de testificar sobre lo que estaba a punto de suceder, a saber, su sanidad.

     Este hombre fue objeto de la misericordia de Dios, recibió un bien. Por fin uno a quien no le daría lastima simplemente sino que estaba a punto de hacer algo por él. Por fin uno que se interesaba sinceramente de él y no uno más que no lo iba a usar. Por lo tanto, él debía testificar de esto, debía de hacer misericordia de otros, debía ser de bendición para otros. Puesto que ya sabe cómo se siente ser usado y que le tengan lastima simplemente, entonces no va a hacer eso con los demás y puesto que recibió la bendición, ya está capacitado para dar bendición. Es que nadie puede dar lo que no tiene.

     El evangelista nos registra también su respuesta al mandato del Señor que fue de obediencia, según leemos «Y él, levantándose, se puso en pie».

     O sea que el hombre no sólo debía ponerse de pie, sino situarse en otro lugar de dónde originalmente estaba, a efecto de que todos los que estuviesen en la sinagoga pudieran verlo fácilmente. No se nos dice en dónde se paró, si al fondo del recinto, o en un rincón del mismo, o quizá cerca de una columna, o «pasó al frente», pero fue en medio de toda la congregación. O tal vez a la par del Señor, de tal manera que si el Señor estaba al frente de la sinagoga en ese momento, entonces, sin duda, lo invitó a acercarse al lugar donde él estaba de pie o sentado. Todos verían al hombre y al Señor, verían al que recibió el milagro y al que hizo el milagro. Uno teatificando de su Benefactor. 

     Pero tambien había algo más, los demás tendrían que percibir el contraste de los que discutían. Es que de verdad, ¡qué cambio tan notable¡ ¡qué contraste! pues se percibía muy bien, si que se percibía muy bien; por un lado vemos el candor, la franqueza y la sinceridad del Señor Jesús; frente a los torcidos, intrigantes y malevolos intentos de los escribas y de los fariseos para espiar lo que él hacía y para ponerle trampas y que no les importaba usar a cuántos pudiesen con tal de destruir al Señor que «andaba haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hechos 10:38).

     Pero percibirían también la disposición a la inmediata obediencia de este hombre. Es que le vemos que su repsuesta fue de obediencia al mandato del Señor de levantárse y ponerse en pie. Parece pleonasmo, pero no lo es, lo que quiere indicarnos el evangelista es que él obedeció al Señor el mandamiento al pie de la letra. El Señor le dijo levántate y el hombre se puso en pie, y no cabe duda que al mandato de «ponte en medio», el también lo obedeció. Estaba dispuesto a obedecer cada una de sus palabras, lo que él indicase, como él lo indicase y cuando él lo indicase. Este estaba dispuesto a ser su discípulo, pues obedecía al Señor, seguía el ejemplo del Señor quien dijo: «Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón» (Salmo 40:7-8; compares el cumplimiento de esta profecía en Hebreos 10:7-10).

     No sabemos qué hizo este hombre después de ser sano, cuando salió de la sinagoga, probablemente siguió obedeciendo como aquí lo vemos dispuesto a obedecer. Es que, y atienda bien esto, la obediencia es la marca distintiva de todo discípulo.

     Puesto que esto es cierto, que la obediencia es la marca distintiva de todo discípulo, es necesario que obedezcamos quienes nos preciamos de ser creyentes en Cristo, discípulos de Cristo, seguidores de Cristo, los cristianos, pues, es necesario que le seamos obedientes y nos coloquemos en un lugar en donde nos vean, no para llamar la atención hacia nosotros, sino para exponer sus muchas misericordias, para que seamos de bendición por cuánto hemos sido llamados para que heredásemos bendición, para que el Señor sea de bendición a otros, como está escrito: «A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad» (Hechos 3:26). Es decir, que seamos de testimonio, con la sanidad de nuestras manos.

     Continuará, Dios mediante.

     ¿Caminamos caminante?
     Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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