EL TEMOR AFECTA LA VISIÓN

EL TEMOR AFECTA LA VISIÓN
Continuación de nuestra serie: PAZ EN LA TORMENTA

Volvemos a abrir nuestras Sagradas Escrituras, siempre en San Mateo 8:26, en donde leemos la Palabra de Dios:

«Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza»

El temor mal sano tiene tres peligros, a saber,

1. Es pecado. Ya lo señalamos anteriormente, es pecado porque corroe la confianza o pone en duda la bondad de Dios, tanto en sus planes, propósitos y su poder de mantenernos estables o sacarnos de esa situación, porque está escrito: Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría (Judas 1:24);
2. También ya vimos que el temor mal sano es pecado porque nos afecta la memoria; es decir, estamos tan ofuscados en la tormenta que olvidamos la manera que Dios ha obrado anteriormente y olvidamos sus promesas, cuando Dios nunca va a mentirnos y ejecutará sus buenos propósitos con nosotros, según leemos: Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis (Jeremías 29:11), sí esto es así con Israel y su disciplina, pero es aún más su compromiso con su Iglesia; y, además,
3. El temor mal sano es pecado porque afecta la visión.

Ya vimos que lo que pasaron los discípulos fue un seísmo (la palabra griega) de donde viene nuestra palabra sismo o terremoto y que además se levantó una gran tempestad de viento y echaba las olas en la barca (Marcos 4:37), la palabra griega nos da la idea de un torbellino. Pareciera que, al estar durmiendo el Señor, los discípulos lucharon y no lo despertaron antes, porque él siempre está dispuesto para nosotros o no confiaron lo suficiente como para soportar con paciencia —la palabra griega para paciencia nos denota entereza, firmeza al soportar las pruebas—, de tal manera de acurrucarse a los pies del Señor, porque si la tormenta, o el torbellino o el embravecido mar, o los tres, o quien quiera, quiere hundirnos tendría que hundir al Señor primero y eso, simplemente, es imposible.

Puedo imaginarme a los discípulos, los que eran expertos en la pesca como los hermanos Simón y Andrés, y Jacobo y Juan —según vemos que tenían empresas diferentes de pesca pero se ayudaban mutuamente también—, estos tratando de encargarse de la situación. De Mateo o Simón el zelote y otros, ni hablemos, estaban más atemorizados, no aportaban opiniones porque no era esa su materia laboral, pero estuvieron ayudando, demostraron sus esfuerzos, aunque sea un lazo levantaron. Tomar el control. Ellos trataron de tomar el control. Hay cosas de las que debemos tomar el control, quiero decir, debemos de hacernos responsables en lo que debemos ser responsables, pero siempre debemos abandonarnos a las poderosas y amorosas manos del Señor en todo momento, pedir cuando tenemos que pedir, buscar cuando tenemos que buscar y llamar cuando tenemos que llamar (Mateo 7:7); y marchar cuando tenemos que marchar (Éxodo 14:15), pero en todo momento depender del Señor, porque dice Se os dará, hallareis y se os abrirá o, como está escrito: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo (1 Pedro 5:6-9). ¿Nota el equilibrio del apóstol? Humillaos, echando —esto es un abandono total al Señor para que se haga su voluntad en nuestra vida—; ser sobrios, velar y resistir —esto es una responsabilidad nuestra en la lucha contra satanás—. Pero en todo momento, el asunto es humillarnos, someternos, esperar en el Señor. Quiero decir, para salir de su tormenta, debe hacerse responsable de lo que debe ser responsable y hacerlo, y abandonarse en la manos de su Señor que él hará en usted su propósito, como está escrito: Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra. Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos (Salmo 148:7-8). Francamente los discípulos sabían cómo actuar ante las tormentas, pero no tenían control de la misma, el Señor sí.

El problema de los discípulos fue que se fijaron en lo grande de las olas, en cómo el terremoto los sacudió y después el fuerte viento vomitaba olas gigantes sobre su frágil barca y se atemorizaron.

Muchas veces por ver la situación adversa no vemos al Salvador, como Pedro en aquella otra ocasión que pasó por la tormenta y caminó sobre las aguas, leemos que descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame (Mateo 14:29-30). El texto dice que iba a Jesús, él era el objetivo; llegar a él, era el propósito; estar a su lado, era la meta, porque ahí estaba la seguridad, pero al ver el viento, desvió la mirada de su Salvador, entonces fue que tuvo miedo y comenzó a flaquear y a hundirse.

Cuando le ponemos atención al problema, es que no vemos la solución; vemos el problema y no al Salvador; vemos la tormenta y no al que camina sobre las aguas y, para hacer más grande la hazaña y autoridad del Señor, aguas turbulentas; entonces no vemos al que las apacigua y crea grande bonanza; vemos el túnel pero no vemos la salida; vemos muerte y no al que es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6); vemos derrota y no al Vencedor; vemos inseguridad y no al que vive por los siglos de los siglos y tiene las llaves de la muerte y el Hades (Apocalipsis 1:18) y que está de nuestro lado.

¡Cuidado con el temor porque afecta la memoria y afecta la visión!


Sigue diciendo el himno de Fanny J. Crosby, citado en nuestra entrega anterior, según la versión del himnario Canciones de Alabanzas para la gloria del Señor:

Coro:

Confiando en el Señor, consolado por su amor, seguiré por mi camino. Sin tristeza, sin temor.
Tengo al Salvador conmigo, aunque débil es mi fe; y su voz me da coraje cuando yo vacilaré.
Tengo al Salvador conmigo, cada día conmigo está; en la tempestad o calma, en conflicto y bienestar.
Tengo al Salvador conmigo, como guía y pastor; hasta que estén pasados: Muerte, pena y dolor.

Si, seguiré por mi camino. Qué compromiso. Qué resolución, para ir a Jesús, como Pedro cuando comenzó a caminar sobre las aguas turbulentas. Sí se puede caminar sobre las situaciones inseguras e inestables, sí puedo hacerlo, no porque sea como Pedro —pienso en el apóstol Pedro de Hechos—, sino porque el Señor no ha cambiado y ahí está, si tan solo no mirara a otro lado que a él. Que él sea nuestra meta (Hebreos 12:2).

¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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