ACTITUDES

ACTITUDES
Continuación de nuestra serie: PAZ EN LA TORMENTA

Le invito a que abramos nuestras Escrituras, avanzamos un pasaje más en nuestra historia y leemos en Mateo 8:24-25:

«Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!»

Él dormía. Los tres evangelistas nos dicen que el Señor, en medio de la tormenta, del gran terremoto y del viento fuerte que se levantó estaba tan tranquilo; tener tal paz, de tal manera que nada le perturbe ni le quite el sueño, no tiene precio. ¡Qué solidez de carácter el de mi Señor y Dios!

Se dice que hubo un concurso de pintura, en donde pidieron a los concursantes que dibujaran bajo el concepto de la paz, y las pinturas que llegaron a la final fueron dos muy similares entre sí. Un cuadro dejaba ver a una playa, el sol ocultándose entre las sombras de la noche, habían palmeras y un pájaro en su nido, completamente dormido, hasta se podría uno imaginar las olas que llegaban a su orilla, en un remanso de paz y de tranquilidad. La otra pintura dejaba ver, esa misma playa, el sol ocultándose entre la penumbra de la noche, una gran tormenta, rayos centellas al fondo, palmeras que casi tocaban el suelo o se que arrancaban por los vientos huracanados que las azotaban, verdaderamente un cuadro en el que nadie querría estar y el pájaro en su nido durmiendo. En donde leí esa historia no informa quien ganó el concurso, pienso que su autor a propósito lo hizo para que usted y yo coloquemos al ganador. No cabe duda que paz en medio de la tormenta refleja más bien el segundo cuadro. Que no es la ausencia de conflicto sino la actitud ante el conflicto.

Me he dado cuenta que la paz es la consecuencia normal de una oración oída y atendida. La paz para con Dios tiene una relación íntima con la justificación (léase Isaías 32:17; Romanos 5:1) y la paz de Dios en nuestras vidas tiene una relación íntima con la oración y la dependencia a Dios. Considere en relación a este pensamiento los siguientes pasajes:

• Filipenses 4:6-7: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
• Salmos 4, en el versículo 1 leemos: Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración; y, en el versículo 8 da la consecuencia de esto En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.
• Isaías 26:3-4: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.

Entiendo, nosotros tampoco hubiésemos podido dormir en medio de ese terremoto y también torbellino, como para que se lo exijamos a los discípulos; pero podemos, al menos, pedir que nos fortalezcan y ayuden en nuestra fe, como aquel padre del muchacho que oró al Señor Jesús y le dijo: Creo; ayuda mi incredulidad (Marcos 9:24) o como la petición de Isaías: Jehová, violencia padezco; fortaléceme (Isaías 38:14). Aprender a depender del Señor y confiar que él tiene buenos planes para con nosotros su pueblo, es lo que debemos aprender; y la mejor escuela son las tormentas, así como las pruebas producen paciencia.

A contrario sensu del Señor Jesús, los discípulos tomaron otra actitud. Veamos lo que nos denotan sus palabras. San Mateo nos dice que le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! (8:25); según el evangelista Marcos le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? (4:38); y Lucas que vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! (8:24).

Pero utilice, por favor, todos los signos que usan los evangelistas, Mateo y Lucas de admiración y Marcos de interrogación. Utilice, además, su imaginación santificada y piense que le despertaron a gritos, no fue con un toque en el hombro, fue casi gritándole al oído, eso haríamos nosotros normalmente. Básicamente hay dos versiones: Mateo y Lucas nos denotan un informe, pero la versión de Marcos tiene un tono de reclamo. La versión Dios Habla Hoy traduce: «—¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?». Cómo quien dice: ¿No tienes cuidado de nosotros? ¿Te importamos poco? ¿Te da igual?

Entiendo que en un momento de desesperación podemos cometer errores cuando hablamos, pero siempre debemos cuidar nuestras palabras, sea ante nuestros semejantes y cuánto más ante nuestro Dios, cómo está escrito: El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad (Proverbios 13:3). En una ocasión, mi hijo Pablo David tenía 9 meses de nacido, y le dio una infección severa en el estómago que nos llevó un año en recuperarlo porque tuvo secuelas el antibiótico que le aplicaron; en algún momento de la crisis, mi esposa y yo creímos que Pablo se nos podía morir, en una de mis oraciones, sentía que no podía orar, que no podía articular palabras y que el cielo, lo denomine así, era como acero, que mi oración no pasaba de esa barrera; entonces le dije al Señor, más o menos así: «_Señor, no puedo orar, no se que palabras usar y temo pedir algo mal, no quiero pecar en contra de ti, me levantaré no sea que pequé contra ti, pero lo único que quiero que quede bien claro entre tú y yo es que, pase lo que pase, suceda lo que suceda, yo te seguiré sirviendo, porque yo te seguiré amando, porque Tú seguirás siendo mi Dios»_.

No es de sabios, ni de hijos el que nos quejemos delante de Dios, o que le digamos sobre cómo debe hacer las cosas, ni que decretamos, ni establezcamos, ni rechacemos, ni mucho menos, como se expresó una seuda profeta, cuando oraba por un enfermo y le exigía que lo levantará de su enfermedad y termina diciendo: _»y no aceptamos un no como respuesta»_.

Debemos de entender, de una vez por todas, que él es el Padre, y nosotros sus hijos; que él es el rey, y nosotros sus súbditos; que él es Dios, y nosotros sus criaturas; que él es el Señor, y nosotros los siervos; que él es el Hacedor y no nosotros a nosotros mismos; que él es el buen Pastor, y nosotros ovejas de su prado, como leemos en el Salmos 100:3 Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Él es el soberano, él es el sabio, él es el Dios de toda gracia. Que su voluntad es perfecta y sus planes de bendición, y que siempre nos llevará a buenos pastos, aunque para nosotros sean caminos escabrosos, él quiere fortalecernos en nuestro andar; y si nos rompemos la patita —entiéndase nuestros actos de necedad— o él mismo nos tenga que romper la patita —entiéndase su disciplina—, nos llevará en sus hombros, de eso no cabe ni duda (Lucas 15:5).

«Vario yo más él, que en mi lugar murió,
es inmutable y siempre fiel a lo que prometió»

¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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