¿POR QUÉ CONTROLAR NUESTRA LENGUA?, PARTE 2
¿POR QUÉ CONTROLAR NUESTRA LENGUA?, PARTE 2
Continuación de nuestra serie: LOS PECADOS DE LA LENGUA
Le invito a que abramos nuestras Escrituras en Santiago 3:2, en dónde leemos la Palabra de Dios que tiene poder para sobreedificarnos y darnos herencia con todos los santificados (Hechos 20:32). Leámosla, pues, en el nombre del Señor Jesucristo:
«Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.»
Nuestra pregunta la seguimos manteniendo, ¿Por qué controlar nuestra lengua? Ya entendimos que (I)Tiene poder para condenar; pero, además,
II. Por su capacidad para controlar a quien no se disciplina en cuanto a ella.
Entendemos por nuestro texto que sí podemos controlar la lengua, que es el miembro más pecaminoso del cuerpo y que controlándola podemos controlar todas las demás pasiones pecaminosas. No dice que es imposible el control de la lengua, pero sí reconoce que no es tarea fácil, es de personas disciplinadas, de personas maduras, de personas que tienen el fruto del Espíritu Santo de la templanza o el dominio propio, o sea, son personas llenas de Espíritu Santo.
Jacobo pasa del habla en el ministerio, a el habla de manera general. Dice que ofendemos, Jacobo se incluye, o sea que nadie se escapa de la posibilidad de dañar a alguien y cometer algún pecado de la lengua. Esta palabra griega ptáio “tropezar”, “faltar al deber”, «ofender», «caer». Alguien ofreció la siguiente paráfrasis de esta palabra: “Todos los hombres cometen errores en muchas formas cada día” y es cierto, tristemente (Cp. 1 Juan 1:8). Cómo me gustaría afirmar que los ministros ya no cometemos errores ni en el púlpito y no abajo del púlpito, ni con en el habla y ni con nada, pero la cruda realidad es que los maestros (v.1) también tropiezan y/o podemos hacer tropezar a otros. Una de mis oraciones, a partir de darme cuenta de esta posibilidad, es, más o menos asi, _»Señor, permite que sea de edificación y no de piedra de tropiezo, líbrame de los hombres imprudentes en el camino, pero sobre todo, líbrame de mis propias imprudencias»_. Aunque los ministros deben tener un conocimiento mejor que los otros a quienes ministran, por lo tanto, deben tener un estilo de vida más ajustado al carácter de Cristo (1 Juan 2:6).
En palabra, es decir, en su manera de hablar, o en el uso de la lengua, en su conversación (Santiago 1:26). Ya reconocimos que el dominio de la lengua es algo muy difícil para los humanos (Mateo 5:37); pero los creyentes en Cristo no estamos solos en esta tarea, el Señor nos ha salvado y nos dió Su Santo Espíritu quien toma el control de nuestra vida y nos da un control a nosotros, produciendo en nosotros el fruto del dominio propio o templanza (Gálatas 5:22-23); nos ha dado Sus palabras, la Biblia, y el ministerio de Su Palabra, con la cual, entre otros beneficios, nos hará crecer hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo (Efesios 4:13-15); crecimiento y a la imagen de Cristo es la clave y, de hecho, esa es la idea de la palabra Perfecto en Santiago 3:2. Del griego téleios (Cp. Mateo 5:48); esta palabra significa: «completo», «crecimiento, tanto mentalmente, en carácter y moralmente», «alcanzar madurez», «maduro». O sea que, no es una perfección como nuestra palabra en español refleja de ser sin pecado, sino de madurez; la perfección de estar y ser sin pecado, los creyentes aún la esperamos en el día de la glorificación. Aquel que habla solo lo que refleja pureza, honradez y bondad, ha alcanzado la meta de la semejanza a Cristo. Capaz también de controlar todo su cuerpo, entonces si controla el miembro más difícil del cuerpo, es relativamente fácil dominar los otros.
Habla Jacobo de Refrenar; tanto aquí como en 1:26 es una responsabilidad que recae en nosotros, por lo tanto, debería ser una posibilidad en el creyente, pero perseverar en ello. Esta palabra en griego es jalinagogeo que literalmente es «ser el que dirige el freno», «frenar». Alguien dijo: _»Eres amo de las palabras que no has dicho y esclavo de las que ya dijiste»_. Verdaderamente valiosa la oración del salmista Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí (Salmo 39:1), pero igualmente que orar importante es el ejecutarlo, cumplirlo así como también lo hizo David que enmudeció y calló (v.2). De nada sirve orar pero no hacer lo que debemos hacer nosotros, y esto debe ser antes que el Señor ponga su freno en nuestros labios como disciplina (Isaías 37:29)
Pero, una verdad ineludible, las palabras de una persona revelan la tendencia natural de sus pensamientos (Mateo 12:34-37); entonces, si uno domina sus pensamientos hasta el punto de que sus palabras sean siempre semejantes a las de Cristo, será varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Pero si no controla sus pensamientos y, mucho menos, sus palabras, su lengua le controlará a usted cometiendo solamente desastres. Oh, entonces modifico un poco mi dicho, «más vale que diga palabras dulces, endulzando sus pensamientos, no sea que se las tenga que tragar, que, de hecho, así será.»
¿Hay algo más después de controlar su lengua? Si, y es mantenerse en ese estado, pues la lengua sigue siendo un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal (Santiago 3:8).
¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón

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