¿POR QUE CONTROLAR NUESTRA LENGUA?, PARTE 1

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¿POR QUE CONTROLAR NUESTRA LENGUA?, PARTE 1
Continuación de nuestra serie: LOS PECADOS DE LA LENGUA

     Al ir concluyendo nuestra serie, le invito a que abramos nuestras Sagradas Escrituras, está vez en Santiago 3:1, a fin de que los dichos de nuestra boca y la meditación de nuestro corazón sean gratos delante del Señor y oremos conforme la expresión y anhelo de David en Salmo 19:14. Leamos, pues, la Palabra de Dios:

«Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.»

     Estoy cierto que no he agotado todo el tema de la lengua, pero sí he tomado aquellos puntos que no siempre abordamos al tratar ese tema. Pero, hacer un tratado sobre los pecados de la lengua, sin consultar el tratado que hace Jacobo de la misma en Santiago 3, es no tomar en cuanta todo.

      Vemos que Jacobo trata el tema de la lengua en toda su epistola, por ejemplo lo hace en 1:19, 1:26; 2:12; 4:11 y 5:12 pero más ampliamente en este capítulo 3. Así como los médicos examinan la lengua del paciente para tener una idea de su estado interno en su diagnóstico, así Jacobo examina la salud espiritual de la persona mediante su lengua, denotando a su conversación. Se dice que un humorista dijo: _»¡Cuidado con la lengua! ¡Está en un lugar mojado donde es fácil resbalar!»_. Entonces, ¿Por qué controlar la lengua?

I. Por el potencial que tiene para llevar a juicio a quien hace mal uso de ella. Condenación, es la idea del versículo 1.

      Hermanos, inicia Jacobo el capítulo. O sea que es a la congregación. Nos hagáis maestros, no es pecado ser maestro en la asamblea; el pecado, más bien, recae en el deseo apresurado de ser maestros de la palabra de Dios, es no considerar la gran responsabilidad que atañe a tan magno oficio. La idea es que quien emplea su lengua en la enseñanza de la Escritura asume una mayor responsabilidad delante de Dios y de los hombres. William Macdonald ofrece una interpretación así: «No os volváis indebidamente ambiciosos de ser maestros». Entonces no es una prohibición contra el uso de su don por parte de alguien que haya sido realmente llamado por Dios para enseñar, sino, por el contexto, a uno que pretenda enseñar la Palabra sin tener una fe genuina de salvación (Cap. 2 justificación por obras que evidencias su fe, porque fe y obras no están divorciadas) y que, por lo tanto, no controle su lengua y demuestre que no tienen sabiduría de lo alto sino una terrenal, animal y diabólica (Cap. 3); de manera que puede ser un maestro que sea creyente genuino —Jacobo se incluye—, pero que no tenga preparación o enseñe mal al pueblo o no viva lo que enseña, o que sea un falso maestro que enseña falsas doctrinas. Es, entonces, una advertencia de que este ministerio no debiera ser tomado a la ligera.  Es que, debemos de reconocer, los que enseñan la Palabra de Verdad recibirán un juicio más severo si dejan de practicar lo que enseñan.

No es poca cosa y ni ligera, sino de gran gran responsabilidad enseñar la Biblia. El maestro ha de estar preparado para obedecer primeramente lo que ve en la palabra. Nadie es perfecto, eso lo entendemos y es una verdad que nos atosiga y persigue siempre, hasta Pablo se quejó de su carne anhelando ya su liberación (Romanos 7:24-25); pero no debe ser excusa para que no tengamos una beligerancia sincera en contra del pecado, especialmente el nuestro, todo creyente y especialmente los ministros. Jhon McArthur dijo algo así, lo parafeseo, nadie es perfecto, pero esperamos que quienes nos pastoreen sean menos corruptos que nosotros.

Todo ministro, nunca, pero nunca, puede esperar guiar a otros más allá de lo que él mismo ha practicado y la asamblea no debe conformarse con menos pues Dios mismo no exige menos que eso (Cp. Salmo 50:16-21), pero le habla de manera fuerte al que habla de su ley. Es que, el ámbito de su influencia sobre otros quedará determinado por cuánto él mismo ha progresado. Si diluye el mensaje de las Escrituras con cualquier cosa extrabiblicas o con sus propias concupiscencias (2 Timoteo 4:3), entonces estorba el crecimiento de quienes le oyen o no les provee el medio de la salvación a los inconversos. Las Escrituras demandan una entrega total a Jesucristo, iniciando con quién habla en Su nombre y a todo aquel que escucha. Insiste en que Él ha de ser Señor de todas las áreas de la vida del creyente. ¡Es cosa seria enseñar tomando como base un libro así! El predicador salvo debe temblar antes de predicar y cuánto más el falso (Mateo 7:21-23). Todos, tanto quien predique como quien escucha debe tener cimiento estable en la Roca que es Cristo (Mateo 7:24:29).

     La palabra condenación viene de la palabra griega krima que es una decision en contra o a favor, una sentencia, ser pasado a juicio; se refiere a la decisión en el juicio y no al estado de condenación eterna. A la realidad de ser llevado a juicio. Entonces, diríamos, es neutro. No es a la condenación del alma sino a la responsabilidad que surgirá del juicio. Por ejemplo, para referirse a la condenaicon del alma en Romanos 8:1, Pablo emplea la palabra katakrima que es sentencia adversa. Es decir, ya la sentencia es mala. 

     Si se da cuenta, Jacobo no está tratando el asunto de la salvación del maestro, sino del uso de sus palabras, porque no podemos ignorar que lo puede hacer de manera indebida. Su juicio será más severo delante de los hombres o sus consiervos al ser disciplinado y/o ser corregido delante de todos (Cp. 1 Timoteo 5:20); o también delante de su congregación pues no gozará de la confianza y honra debida (1 Tesalonisenses 5:12-13; 1 Timoteo 3:13); y delante de Dios, pues está construyendo con madera, heno u hojarasca y no con oro, plata o piedras preciosas. Y sin mencionar a los falsos maestros que recibirán condenación eterna de su alma.

     Esa lengua o su conversación se va a mejorar cuando sea pronto para oír la palabra implantada y con ello será desechada la inmundicia y la abundancia malicia, sino que tendrá manseumbre (1:19-21); imparcialidad en su trato a los demás, sean ricos o pobres (2:1-13), tendrá una religión genuina (1:22-26), siendo evidencia de una salvación genuina (2:15-26).

     Entonces, este primer versículo está dedicado a los ministros.

     Por eso, más vale que diga palabras dulces no sea que se las tenga que tragar, que, de hecho, así será.

     ¿Caminamos caminante?
     Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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