¿POR QUÉ CONTROLAR LA LENGUA?, PARTE 6
¿POR QUÉ CONTROLAR LA LENGUA?, PARTE 6
Continuación de nuestra serie: LOS PECADOS DE LA LENGUA
Le invito a que abramos nuestras Sagradas Escrituras, en Santiago 3:14-16, en dónde leemos la Palabra de Dios:
«Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.»
Basados en este capítulo 3 de Santiago, hemos visto algunas razones para controlar nuestra lengua, a saber, I) porque puede condenar; II) porque puede controlar; III) porque puede corromper; IV) porque los creyentes ya la podemos controlar; V) Porque la conducta es testimonio de su sabiduría; y, además,
VI. Porque el uso de la lengua con contención es evidencia de sabiduría pero la terrenal, animal y diabólica.
Completando mi pensamiento: «y francamente sería una vergüenza que diga que es cristiano pero su conducta no honra a la sabiduría que viene de lo alto».
Santiago dice: Pero, nos denota un caso completamente diferente, un contrario, sería un contrario sensu; véalo de esta forma: así como un acto deshonesto no se puede volver legal y honesto por la buena intención del sujeto, así tampoco una conducta impia va a ser piadosa solo porque el sujeto dice ser sabio sin mostrar por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre (v.13).
Quien tal piense solamente se está engañando a sí mismo, está mintiendo contra la verdad, es decir, está mintiendo afectando a la verdad, desprestigiándola, no dándole honra, quitándole la eficacia que tiene. Pablo habló a los creyentes que deben vivir con fidelidad adornando la doctrina de Dios nuestro Salvador (Tito 2:10), la vamos a adornar, embellecer y hermosear, porque si dice ser de la verdad pero tiene esa conducta, estaría diciendo con sus actos que la gracia no tiene ningún efecto regenerador, diría que la sana doctrina no tiene ningún efecto bueno en la vida de quien la profesa, estaría negando la eficacia del evangelio, que sí tiene esa eficacia.
Pero, dice Santiago, no es que no tenga sabiduría, claro que sí la tiene, por supuesto que sí tiene sus principios y bajo los mismos es que se rige, solamente que esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino —aquella sabiduría que es— terrenal, animal, diabólica.
Santiago, hace un esfuerzo literario, y nos presenta una progresión hacia abajo dándole a esta sabiduría tres calificativos, estos son, a saber,
- Terrenal. Entienda el contrario de esto y sería celestial. No es una sabiduría que viene del cielo sino bajo los principios y motivaciones de la tierra. No es propio de un ciudadano del cielo, un celestial, el actuar así, sino que es ser terrenal, uno que es propio o perteneciente a la tierra.
- Animal. O no espiritual, que esta conducta no es de regenerados, es evidente, sino que es natural o sensual o de los sentidos, es de no salvados. O sea que no proviene del fruto del Espíritu Santo, sino de la naturaleza caída, llamada la carne.
- Diabólica. O también demoniaca, o sea no es de Dios, o sea que se rebaja más bien a la conducta de los demonios, a lo infernal a lo que es opuesto a Dios.
Está triada se repite en los que ahora son los tres enemigos del creyente, a saber, el mundo, la carne y el diablo, y siempre van a estar en oposición a él para hacerlo retroceder y alejarlo más y más de Dios y de su Cristo y/o que se conforme nuevamente a ellos, produciendo celos, contención, perturbación y toda obra perversa (v.16).
Hay otro pero al inicio del versículo 17, otro contrario y nos describe a la sabiduría de lo alto, que sería lo que produce dicha sabiduría por sus características que vendría a ser la evidencia de quién la profesa o posee. Por eso repito mi dicho: Mas vale que diga palabras dulces, no sea que se las tenga que tragar, que, de hecho, así sera
¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.
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