Cuando el Orgullo Abre Puertas al Peligro

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MEDITACIONES NOCTURNAS

“Ezequías quedó encantado con los enviados de Babilonia y les mostró todo lo que había en sus casas del tesoro: la plata, el oro, las especias y los aceites aromáticos. También los llevó a conocer su arsenal, ¡y les mostró todo lo que había en sus tesoros reales! No hubo nada, ni en el palacio ni en el reino, que Ezequías no les mostrara” (Is 39:2 NTV).

Ezequías fue el decimotercer rey de Judá y gobernó entre los años 716 y 687 a.C. Fue un rey que se preocupó por el crecimiento espiritual de su pueblo, pero tenía debilidades significativas, ya que era presumido y vanidoso. El error grave de Ezequías consistió en alardear de sus tesoros y de su arsenal bélico ante Merodac-baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia. Aunque los babilonios aún no eran una potencia mundial, estaban en ascenso y nunca olvidarían los tesoros que vieron en Jerusalén.

T. Wright afirmó: “En el centro de la ética cristiana está la humildad; en el centro de sus aberraciones está el orgullo”. El profeta Isaías le advirtió que todos esos tesoros serían llevados a Babilonia y que algunos de sus hijos serían hechos eunucos para servir en el palacio del rey babilonio. Ezequías confundió la fe con la presunción. La verdadera fe se caracteriza por la humildad y no anda publicando sus posesiones materiales.

William Gurnall escribió: “El orgulloso ama el treparse, no como Zaqueo para ver a Cristo, sino para ser visto”. Ezequías intentó exhibir sus riquezas no para demostrar la bondad de Jehová, sino para impresionarse a sí mismo ante los enviados babilonios y presentarse como un rey “súper bendecido”. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo decía que no se gloriaría en nada de sí mismo, sino en sus debilidades (2 Corintios 12:9-10). Gloriarse en sus debilidades significa que todo el crédito por sus logros se asignaría al poder de Jesucristo.

CONCLUSIÓN: Dios da gracia a los humildes, quienes crecerán en alegría delante de su presencia. El binomio de virtudes que caracterizaba a Jesús era la mansedumbre y la humildad; por eso, el Hijo siempre hacía lo que agradaba a su Padre. Es cierto que Dios es bueno y sus favores son ricos y abundantes, pero no malinterpretemos el punto: Dios no nos da bienes materiales para que nos convirtamos en “cristianos orgullositos”, ya que esto sería una contradicción. Dios desea que la modestia sea la fragancia que emana de nuestra vida para que los demás puedan ver en nosotros a Cristo. ¡El que se gloría, gloríese en el Señor! (2 Corintios 10:17). 

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