¿POR QUÉ CONTROLAR NUESTRA LENGUA?, PARTE 4
¿POR QUÉ CONTROLAR NUESTRA LENGUA?, PARTE 4
Continuación de nuestra serie: LOS PECADOS DE LA LENGUA
Siempre dentro de la conclusión de nuestra serie, quiero seguir meditando en Santiago 3:7-12, en dónde leemos la Palabra de Dios, leámola el nombre del Señor Jesús:
«Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce»
¿Por qué controlar nuestra lengua? Es la pregunta que nos hemos estado haciendo y ya aprendimos que debe ser controlada: (I) Porque puede condenar; (II) Porque puede controlar. (III) Porque puede corromper; y, además,
IV. Porque como creyentes ya se nos dió la facultad de poderla controlar.
Esto es tan cierto en un creyente, de tal manera que podemos usarla para bendición o maldición. Santiago es tan directo al afirmar que el hombre ha tenido dominio sobre todas las cosas que se le presentan, y las fieras son un buen ejemplo, muchas de ellas más feroces, peligrosas y fuertes que el hombre mismo, pero lo irónico es que el hombre no puede dominarse a sí mismo. Es cierto, el hombre no regenerado no puede dominarse a sí mismo y el creyente se le es difícil hacerlo también por no estar glorificado aún. Lo he explicado de la siguiente forma nenottas formas:
Adan, podía pecar, de hecho, pecó.
Los hijos de Adan no pueden no pecar.
Los hijos de Dios ya pueden no pecar.
Los glorificados ya no podrán pecar.
Volviendo al orden de ideas que traemos. No sé si habrá algún cristiano en la historia de la iglesia que se dome a sí mismo en cuanto al habla, pero es algo que se nos pide, como hijos de Dios, es algo que Dios manda; como creyentes, es algo que los escritores bíblicos esperan que hagamos, por ejemplo, que usemos nuestras palabras para la necesaria edificación (Efesios 4:29), Pablo pedía oración para que lo manifieste como debo hablar (Colosenses 4:4); y que sea nuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (v.6); y que refrenemos nuestra lengua del mal para ver días buenos (1 Pedro 3:10), o sea que a nosotros se nos manda, y si se nos manda es porque se nos ha dado el poder para cumplir tales mandatos.
Vea lo que ha sucedido con nosotros los creyentes, le cito Gálatas 5:22-23: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Entre lo que el Espíritu Santo produce en el creyente tenemos al fruto de la templanza.
Está palabra significa literalmente: abstinencia o dominio propio. Una vida sin la llenura del Espíritu Santo está marcada por disolucion o desorden o libertinaje (Efesios 5:18), el desenfreno, la juerga, el abandono de uno mismo, los excesos y el bacanal es la constante de la persona que no está en Cristo, es decir, los gentiles (1 Pedro 4:3-4). A uno que no anda bajo el control del Espíritu Santo —es obvio que tampoco es de Cristo según Romanos 8:9— Pablo lo compara con el beodo que no tiene control de sí mismo.
Va a parecer contradictorio lo que diga, pero con la llenura del Espíritu Santo es como tenemos dominio de nosotros mismos, de hecho, la templanza es muestra de que el Espíritu Santo está trabajando activamente en nosotros. Es obvio que en la medida que vamos creciendo en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, en esa medida en que nos vamos sometiendo a Su señorío, que nos vamos ejercitando en la obediencia y disciplinandonos al guardar Sus Palabras es que vamos madurando y así vamos controlándonos a nosotros mismos y ya no a nuestra carne, dándonos además el deseo de buscar serle agradables, entre otras cosas, procuramos que los dichos de nuestra boca y la meditación de nuestro corazón le sean agradables (Salmo 19:14).
Los siguientes contrastes que Santiago nos hace son muy válidos para nosotros. No es posible, es una contradicción, no hay concordancia que bendigamos a Dios en alabanza y adoración pero maldigamos a los semejantes, que están hechos a su semejanza, así como una misma fuente no puede echar agua dulce y amarga, así contradictorio es que una misma boca produzca maldición y bendición al mismo tiempo. Sencillamente no tienen comunión la luz con las tinieblas, ni Cristo con Belial tienen un acuerdo, también en cuanto a nuestra habla debe haber una mezcla de propósitos y acción.
Pero es que todo es de acuerdo a su naturaleza, así como no le podemos pedir a la higuera aceitunas, así no le podemos exigir a un inconverso que hable para bendición y edificación y en alabanza a Dios. Y si dice que es creyente pero su habla es de un inconverso y esa es la constante en su vida, preocúpese pues no es cristiano, es pagano. Así diga ¡llevo 50 años en el evangelio! pero si el evangelio no lleva ni cinco minutos en su vida y ese es su estilo de vida, este mismo lo delata.
Por eso, lo repito, «más vale que diga palabras dulces, no sea que se las tenga que tragar, que, de hecho, así será».
¿Caminamos caminante?
Suyo en Cristo Jesús, su hermano y amigo, Erick Solís Girón.

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